sábado, 10 de abril de 2010

LA ECONOMIA POPULAR EN LOS PAISES DEL SUR (2)

La economía social y solidaria que puede ser parte de la economía popular fue definida en el segundo encuentro internacional sobre la globalización de la solidaridad (Québec, octubre 2001):

La economía social y solidaria está comprometida en la elaboración de respuestas innovadoras a los problemas hechos evidentes por la globalización. Ella participa en la construcción de una nueva manera de vivir y de pensar la economía. Mediante decenas de proyectos, la sociedad civil se reconstruye principalmente por el movimiento asociativo de los países del Norte y del Sur, traduciendo así cada uno a su manera la aspiración de otra globalización […] La economía solidaria se apoya en la cooperación, la ayuda mutua y la acción colectiva. Ella coloca la persona humana en el centro del desarrollo económico y social. La solidaridad en economía reposa sobre un proyecto a la vez económico, político y social, que entraña una nueva manera de hacer política y de establecer las relaciones humanas sobre la base del consenso y del accionar ciudadano (CRDC, 2001, Declaración de Québec, nuestra traducción)

Recordemos que el componente de solidaridad no forma parte necesariamente de todas las actividades de la economía popular. Es el caso de las iniciativas informales individuales y de las pequeñas empresas familiares sin vínculos con organizaciones comunitarias.

En pocas palabras, la economía popular cubre muchas actividades económicas con un carácter más o menos solidario, pero al origen siempre con el objeto de enfrentar el problema de la pobreza extrema. Así, en este contexto, el rol del empresario popular se confirma fundamental en la complejidad del fenómeno de “la otra economía” y más específicamente de la economía popular. Sin embargo, la definición de empresario popular se mantiene difusa a pesar de su utilización frecuente en el mundo de la investigación, de las finanzas del desarrollo e incluso en lo cotidiano. Paul Maquet (2004) hace alusión a las características étnicas y culturales diciendo, por ejemplo, que las empresas populares revelan una distancia sociocultural relativamente pequeña entre el empresario y su fuerza de trabajo, “lo que es nuevo en el Perú, donde el empresario tradicional es blanco, de cultura occidental, y mantiene una relación muy distante con los trabajadores” (p. 7-8). Además, Maquet (2004, p. 9) considera que la percepción que los empresarios populares tienen de la categoría “empresario” no guarda ninguna relación a una situación de clase.

Estos conceptos deben adaptarse a la realidad latinoamericana y más precisamente a la realidad de las barriadas. Según De Soto, la adhesión de ciertos actores sociales a un modelo de desarrollo comunitario sólo durará hasta alcanzar un cierto grado de bienestar, de dinamismo económico y de estabilidad social, lo que implica a su vez dirigirse hacia un proceso llamado de ‘formalización’, a menudo el acceso a la propiedad formal (De Soto, 1986, p. 60-61). Así, en este caso, se trata de iniciativas populares de economía informal y de desarrollo comunitario que, una vez alcanzado un mayor desarrollo, se integran a la lógica de utilidades.

En los inicios de las barriadas, casi todas las actividades populares son extralegales o informales.

El sector informal se presenta también como una solución eficaz a una escasez de empleo o a la carencia de calificaciones suficientes […] el sector informal encuentra una justificación social en la medida que asegura el mantenimiento de actividades tradicionales, confiere a ciertos individuos una función en el seno de la sociedad […] y responde a las necesidades de minorías a menudo ignoradas (Arellano, Gosse y Verna, 1992, p. 43, nuestra traducción).

Según Sarria y Tiribia (2004, p. 183-184), la economía popular jugaría un rol ambiguo puesto que existen ejemplos donde ella “contribuye a la implementación del proyecto neoliberal, basado en la reestructuración productiva y en la flexibilización de las relaciones entre capital y trabajo”; de otro lado, según Núñez (1995), citado por Sarria y Tiribia (2004, p. 184), el hecho de asociarse en organismos de economía popular autogestionaria es “la única manera por la cual los productores-trabajadores-populares, sin convertirse en capitalistas, podrán emprender una estrategia de mercado e intentar competir con el capitalismo y su economía de escala”.

En suma, la economía popular es al principio la consecuencia de una estrategia de sobrevivencia de los sectores excluidos de la sociedad; después, puede convertirse en todo un savoir-faire, y puede encontrar una justificación social para su difusión y casi su perpetuación, a pesar de sus eventuales componentes de “ilegalidad”. Pero también, la economía popular puede convertirse en “la base de un nuevo desarrollo”:

En muchos países del tercer mundo, una parte creciente –y a menudo mayoritaria- de la población trabaja fuera de todo marco legal … el poderoso sector informal de los países pobres del tercer mundo puede ser la base de un nuevo desarrollo (De Soto, 1994, nota del editor, nuestra traducción)

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